Desde esta perspectiva, la
evaluación de inicio del año escolar (diagnóstica) se relaciona con la
evaluación formativa, ya que el docente podrá realizar una retroalimentación
oportuna al estudiante a partir de las evidencias presentadas, las que servirán
de base para la planificación 2021. Esto lo confirma Ravella (2017) “todo acto
educativo es un proceso opaco que necesita ser visibilizado a través de un
proceso sistemático de evaluación” (p.15), que se concretizan en evidencias.
Estas proporcionan información, tanto, sobre el nivel de logro de las
competencias del estudiante, como sobre la efectividad de las estrategias de
enseñanza implementadas por el docente y a partir de ello, se pueden plantear
oportunidades de mejora.
La evaluación que se aplica en
el punto de partida del proceso de enseñanza nos permite identificar el nivel
de desarrollo de las competencias con las que las y los estudiantes inician
este proceso y que son necesarias para alcanzar los niveles de logro esperados.
Esta
evaluación al inicio del año escolar hace posible que identifiquemos logros y
dificultades del grupo de estudiantes, lo cual nos ayudará a contextualizar las
experiencias de aprendizaje que se brindarán para atender de manera eficaz las
necesidades tanto del grupo de estudiantes en general como algunas necesidades
de aprendizaje particulares.